Y una tarde cualquiera,nuestros Dioses una vez mas se juntaron en ese viejo
restauran del sur.Discutieron de los grandes asuntos del universo,comieron y bebieron como siempre,carne asada,ensaladas,regaron de
malbec y abusaron del queso y del dulce.
Después bromearon sobre los fracasos que vienen y van,admitieron la derrota,y al final se les
ocurrió que era la hora de ocuparse de nuestras almas desoladas, y no pudieron ponerse de acuerdo,
así que amablemente se reventaron a balazos,y
después cada uno tomo su rumbo,y tu Dios se
perdió vaya a saber en que cuestiones,y el mio,ya resignado,cuando llego al Bar de los Ciegos,no
pidió café,alcanzaba con la ginebra para sanar las heridas.